domingo, 30 de noviembre de 2008

Capítulo cuarto

En el que persiste en ello y anuncia al mundo su propósito

Tomada esta decisión, / dispuesto al Bien Absoluto,
con una enorme sonrisa / llegué otro día al instituto.
Todos me correspondían: / ¡esto está dando su fruto!
No recordaba era entonces / la fiesta de San Canuto.

Me encontré a Pablo tirado / en el medio de un pasillo,
se levantó a recibirme: / en sus ojos había un brillo
extraño, yo lo achaqué / a que llevaba un puntillo;
y. sí, cierto, lo llevaba, / pero no era tan sencillo.

—Me hallo en medio de la duda / —me confiesa atribulado—,
el concluir los estudios / tal vez sea precipitado
sobre todo ahora que han / prometido al alumnado
tan sólo por ir a clase, / cien euros, pago al contado;
también pisos, coches, motos, / viajes a Port Aventura
por votar a los que están / para otra legislatura
—todo lo cual, piensa Pablo, / en la actual coyuntura
hace idóneo suspender / una quinta asignatura.

—Yo, sin embargo, amigo, / he tomado una decisión
—le comunico y le pido / que me diga su opinión
sobre el hecho de dejar / el mundo y su tentación
y dedicarme full-time / a la contemplación.

—Qué gran idea, muchacho, / por fin un oficio digno.
Aunque…, si bien se mira… / —duda Pablo—, no te envidio,
eso de pensar seguro / que ha de ser un gran fastidio,
convencido estoy que cansa, / e inflama el bulbo raquídeo.
Yo para mí quisiera / algo más descansado,
no para nada estoy / sacándome el graduado,
un oficio de conserje / o bedel en un negociado,
eso sí que sería bueno, / y no acabaría quemado.

Esto dijo mi colega, / mi compañero de clase;
pese a todo le anuncié con, / más o menos, esta frase
que en mi vida inauguraba / aquel día una nueva fase,
y a no ser, naturalmente, / que algo lo obstaculizase,
sería desde ese momento / un tipo muy positivo,
a nada le pondría pegas, / sería un hombre receptivo,
ni hablaría mal de nadie, / sería muy constructivo,
“y de este modo, sabe / —le hablé en imperativo—
que muy pronto lograré / una gran paz interior
—no es que estuviera en conflicto, / pero así es mucho mejor,
sin duda—, hallaré equilibrio / con todo a mi alrededor,
entraré en comunión con / el Supremo Creador
y andaré siempre en sandalias, / haga frío o haga calor.
Pero es preciso para ello / que me libere del freno
de la vida cotidiana, / que me sacuda el obsceno
influjo de lo corriente, / que lleve un vivir más pleno.
¿Qué me dices, camarada?” / Pablo me dijo: “Pues bueno”.

Abracé a mi colega / y creí conveniente
despedirme también / de la clase docente;
al despacho del dire / me fui directamente,
sabía que iba a encontrarle, / era un dire residente.
Llamé a la puerta. “Pase”. / Pasé y quede asombrado:
Su Directísima en chándal / y sin haberse afeitado;
estaba leyendo un libro: / Comprender al alumnado,
detrás de él, el cristal / del despacho apedreado.

Le dije: “Me voy, Carlitos / —porque así suelo llamarlo—;
voy a encontrarme a mí mismo, / creo que irá para largo;
voy a fundirme con el cosmos, / que ya es hora de hacer algo:
¿qué te parece, Carlitos?” / Me dijo: “Ya estás tardando”.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Capítulo tercero

Donde cuenta la decisión que un día tomó

Aquí cambio de verso por hacer más diverso
y ameno este relato
y porque hablar contino al modo alejandrino,
como hablaba el Beato,
sin que el verso se rompa, con tamaño aire y pompa
me estaba dando flato;
si el cambio no rechazas, lector, te doy las gracias,
en nipón: “arigato”
(y es que en lo sucesivo tengo como objetivo,
por ser más trascendente,
emplearme en la rima con términos de China
y del Lejano Oriente).

Es nota aclaratoria. Prosigo con la historia
que corté anteriormente.

Pese a todo, las pegas que me ponía el colega
me servían de aliciente,
e inmune al desaliento persistía en mi intento
de depurar el karma
para el día de mañana alcanzar el nirvana
o convertirme en mahatma;
pasar luego la raya, tras el velo de maya,
y liberando mi alma
alcanzar el plano átmico por el camino óctuplo
y luego, con más calma,
entrar en el plano chan, andar en busca del chi,
sin que lo disperse el feng,
sino que antes con el shui, y el consumo de gin-seng
conjuntar el yang y el yin,
e interpretando el pa-kua, aunque me digan pink floyd,
insistir en el taichi
y en la práctica del zen, hasta llegar al final
como me llamo Joaquín.

Pero además de emplear la filosofía oriental
en pos del Conocimiento;
también me sería muy práctica la llamada Teoría Cuántica
que explicaré otro momento.
Esta teoría ha demostrado, y no sobre un encerado,
sino con experimentos,
que tomando dos protones, de esos que hay a quintillones
formando cada elemento,
protones que hayan tenido —aquí hay que ser comedidos—
una cierta intimidad,
si luego se les disjunta y cada uno a la otra punta,
se envía, sin posibilidad
de que entre sí se conecten, informen o complementen
y —hete aquí la novedad—
se modifica su estado, uno observa, fascinado,
que actúan como una unidad.
Si a uno se le propulsa, el otro, a quien nadie impulsa,
efectúa la misma acción;
si se gira a la derecha, el otro, como una flecha,
varía igual su dirección
si se acelera su ritmo, el otro, por mimetismo,
sufre una aceleración:
y si a éste se le detiene, aquél, aunque raudo viene,
frena también.

Conclusión:
Hay algo desconocido que escapa a nuestros sentidos
por su inmensa magnitud;
como mucho es intuido, a lo sumo percibido
por chamanes o gurús:
es una forma energética más fuerte que la magnética
y más veloz que la luz,
mantiene todo imantado, entre sí interconectado
(como la tecnología Bluetooth).
Es un aliento, un ánima, la Voz sobre las aguas
a nuestro alrededor;
tiene sus polos + - y en el lado de los buenos
actúa de catalizador:
agrupa a los virtuosos y hace que, suave, meloso,
sople el hado a su favor.
Esa energía ubicua, poderosa y propincua
en fin, se llama Amor
y, de acuerdo a sus premisas, basta una simple sonrisa
para que el mundo sea mejor.
Una vez dicho esto, dejo el verso compuesto
y vuelvo al arte mayor.

Inflamado en esta fe, / decidí, desde ese instante,
conducirme en mis acciones / con positivo talante,
mostrar en todo momento / mi más risueño semblante
y recubrir con mi afecto / a cualesquier semejante.
Me convertiría, en resumen, / en heraldo del Amor,
emisario del consenso, / siempre pacificador,
arquitecto, ingeniero, / albañil y armador,
y estaría en todo momento / de buen rollo y buen humor.