En el que persiste en ello y anuncia al mundo su propósito
Tomada esta decisión, / dispuesto al Bien Absoluto,
con una enorme sonrisa / llegué otro día al instituto.
Todos me correspondían: / ¡esto está dando su fruto!
No recordaba era entonces / la fiesta de San Canuto.
Me encontré a Pablo tirado / en el medio de un pasillo,
se levantó a recibirme: / en sus ojos había un brillo
extraño, yo lo achaqué / a que llevaba un puntillo;
y. sí, cierto, lo llevaba, / pero no era tan sencillo.
—Me hallo en medio de la duda / —me confiesa atribulado—,
el concluir los estudios / tal vez sea precipitado
sobre todo ahora que han / prometido al alumnado
tan sólo por ir a clase, / cien euros, pago al contado;
también pisos, coches, motos, / viajes a Port Aventura
por votar a los que están / para otra legislatura
—todo lo cual, piensa Pablo, / en la actual coyuntura
hace idóneo suspender / una quinta asignatura.
—Yo, sin embargo, amigo, / he tomado una decisión
—le comunico y le pido / que me diga su opinión
sobre el hecho de dejar / el mundo y su tentación
y dedicarme full-time / a la contemplación.
—Qué gran idea, muchacho, / por fin un oficio digno.
Aunque…, si bien se mira… / —duda Pablo—, no te envidio,
eso de pensar seguro / que ha de ser un gran fastidio,
convencido estoy que cansa, / e inflama el bulbo raquídeo.
Yo para mí quisiera / algo más descansado,
no para nada estoy / sacándome el graduado,
un oficio de conserje / o bedel en un negociado,
eso sí que sería bueno, / y no acabaría quemado.
Esto dijo mi colega, / mi compañero de clase;
pese a todo le anuncié con, / más o menos, esta frase
que en mi vida inauguraba / aquel día una nueva fase,
y a no ser, naturalmente, / que algo lo obstaculizase,
sería desde ese momento / un tipo muy positivo,
a nada le pondría pegas, / sería un hombre receptivo,
ni hablaría mal de nadie, / sería muy constructivo,
“y de este modo, sabe / —le hablé en imperativo—
que muy pronto lograré / una gran paz interior
—no es que estuviera en conflicto, / pero así es mucho mejor,
sin duda—, hallaré equilibrio / con todo a mi alrededor,
entraré en comunión con / el Supremo Creador
y andaré siempre en sandalias, / haga frío o haga calor.
Pero es preciso para ello / que me libere del freno
de la vida cotidiana, / que me sacuda el obsceno
influjo de lo corriente, / que lleve un vivir más pleno.
¿Qué me dices, camarada?” / Pablo me dijo: “Pues bueno”.
Abracé a mi colega / y creí conveniente
despedirme también / de la clase docente;
al despacho del dire / me fui directamente,
sabía que iba a encontrarle, / era un dire residente.
Llamé a la puerta. “Pase”. / Pasé y quede asombrado:
Su Directísima en chándal / y sin haberse afeitado;
estaba leyendo un libro: / Comprender al alumnado,
detrás de él, el cristal / del despacho apedreado.
Le dije: “Me voy, Carlitos / —porque así suelo llamarlo—;
voy a encontrarme a mí mismo, / creo que irá para largo;
voy a fundirme con el cosmos, / que ya es hora de hacer algo:
¿qué te parece, Carlitos?” / Me dijo: “Ya estás tardando”.
domingo, 30 de noviembre de 2008
domingo, 16 de noviembre de 2008
Capítulo tercero
Donde cuenta la decisión que un día tomó
Aquí cambio de verso por hacer más diverso
y ameno este relato
y porque hablar contino al modo alejandrino,
como hablaba el Beato,
sin que el verso se rompa, con tamaño aire y pompa
me estaba dando flato;
si el cambio no rechazas, lector, te doy las gracias,
en nipón: “arigato”
(y es que en lo sucesivo tengo como objetivo,
por ser más trascendente,
emplearme en la rima con términos de China
y del Lejano Oriente).
Es nota aclaratoria. Prosigo con la historia
que corté anteriormente.
Pese a todo, las pegas que me ponía el colega
me servían de aliciente,
e inmune al desaliento persistía en mi intento
de depurar el karma
para el día de mañana alcanzar el nirvana
o convertirme en mahatma;
pasar luego la raya, tras el velo de maya,
y liberando mi alma
alcanzar el plano átmico por el camino óctuplo
y luego, con más calma,
entrar en el plano chan, andar en busca del chi,
sin que lo disperse el feng,
sino que antes con el shui, y el consumo de gin-seng
conjuntar el yang y el yin,
e interpretando el pa-kua, aunque me digan pink floyd,
insistir en el taichi
y en la práctica del zen, hasta llegar al final
como me llamo Joaquín.
Pero además de emplear la filosofía oriental
en pos del Conocimiento;
también me sería muy práctica la llamada Teoría Cuántica
que explicaré otro momento.
Esta teoría ha demostrado, y no sobre un encerado,
sino con experimentos,
que tomando dos protones, de esos que hay a quintillones
formando cada elemento,
protones que hayan tenido —aquí hay que ser comedidos—
una cierta intimidad,
si luego se les disjunta y cada uno a la otra punta,
se envía, sin posibilidad
de que entre sí se conecten, informen o complementen
y —hete aquí la novedad—
se modifica su estado, uno observa, fascinado,
que actúan como una unidad.
Si a uno se le propulsa, el otro, a quien nadie impulsa,
efectúa la misma acción;
si se gira a la derecha, el otro, como una flecha,
varía igual su dirección
si se acelera su ritmo, el otro, por mimetismo,
sufre una aceleración:
y si a éste se le detiene, aquél, aunque raudo viene,
frena también.
Conclusión:
Hay algo desconocido que escapa a nuestros sentidos
por su inmensa magnitud;
como mucho es intuido, a lo sumo percibido
por chamanes o gurús:
es una forma energética más fuerte que la magnética
y más veloz que la luz,
mantiene todo imantado, entre sí interconectado
(como la tecnología Bluetooth).
Es un aliento, un ánima, la Voz sobre las aguas
a nuestro alrededor;
tiene sus polos + - y en el lado de los buenos
actúa de catalizador:
agrupa a los virtuosos y hace que, suave, meloso,
sople el hado a su favor.
Esa energía ubicua, poderosa y propincua
en fin, se llama Amor
y, de acuerdo a sus premisas, basta una simple sonrisa
para que el mundo sea mejor.
Una vez dicho esto, dejo el verso compuesto
y vuelvo al arte mayor.
Inflamado en esta fe, / decidí, desde ese instante,
conducirme en mis acciones / con positivo talante,
mostrar en todo momento / mi más risueño semblante
y recubrir con mi afecto / a cualesquier semejante.
Me convertiría, en resumen, / en heraldo del Amor,
emisario del consenso, / siempre pacificador,
arquitecto, ingeniero, / albañil y armador,
y estaría en todo momento / de buen rollo y buen humor.
Aquí cambio de verso por hacer más diverso
y ameno este relato
y porque hablar contino al modo alejandrino,
como hablaba el Beato,
sin que el verso se rompa, con tamaño aire y pompa
me estaba dando flato;
si el cambio no rechazas, lector, te doy las gracias,
en nipón: “arigato”
(y es que en lo sucesivo tengo como objetivo,
por ser más trascendente,
emplearme en la rima con términos de China
y del Lejano Oriente).
Es nota aclaratoria. Prosigo con la historia
que corté anteriormente.
Pese a todo, las pegas que me ponía el colega
me servían de aliciente,
e inmune al desaliento persistía en mi intento
de depurar el karma
para el día de mañana alcanzar el nirvana
o convertirme en mahatma;
pasar luego la raya, tras el velo de maya,
y liberando mi alma
alcanzar el plano átmico por el camino óctuplo
y luego, con más calma,
entrar en el plano chan, andar en busca del chi,
sin que lo disperse el feng,
sino que antes con el shui, y el consumo de gin-seng
conjuntar el yang y el yin,
e interpretando el pa-kua, aunque me digan pink floyd,
insistir en el taichi
y en la práctica del zen, hasta llegar al final
como me llamo Joaquín.
Pero además de emplear la filosofía oriental
en pos del Conocimiento;
también me sería muy práctica la llamada Teoría Cuántica
que explicaré otro momento.
Esta teoría ha demostrado, y no sobre un encerado,
sino con experimentos,
que tomando dos protones, de esos que hay a quintillones
formando cada elemento,
protones que hayan tenido —aquí hay que ser comedidos—
una cierta intimidad,
si luego se les disjunta y cada uno a la otra punta,
se envía, sin posibilidad
de que entre sí se conecten, informen o complementen
y —hete aquí la novedad—
se modifica su estado, uno observa, fascinado,
que actúan como una unidad.
Si a uno se le propulsa, el otro, a quien nadie impulsa,
efectúa la misma acción;
si se gira a la derecha, el otro, como una flecha,
varía igual su dirección
si se acelera su ritmo, el otro, por mimetismo,
sufre una aceleración:
y si a éste se le detiene, aquél, aunque raudo viene,
frena también.
Conclusión:
Hay algo desconocido que escapa a nuestros sentidos
por su inmensa magnitud;
como mucho es intuido, a lo sumo percibido
por chamanes o gurús:
es una forma energética más fuerte que la magnética
y más veloz que la luz,
mantiene todo imantado, entre sí interconectado
(como la tecnología Bluetooth).
Es un aliento, un ánima, la Voz sobre las aguas
a nuestro alrededor;
tiene sus polos + - y en el lado de los buenos
actúa de catalizador:
agrupa a los virtuosos y hace que, suave, meloso,
sople el hado a su favor.
Esa energía ubicua, poderosa y propincua
en fin, se llama Amor
y, de acuerdo a sus premisas, basta una simple sonrisa
para que el mundo sea mejor.
Una vez dicho esto, dejo el verso compuesto
y vuelvo al arte mayor.
Inflamado en esta fe, / decidí, desde ese instante,
conducirme en mis acciones / con positivo talante,
mostrar en todo momento / mi más risueño semblante
y recubrir con mi afecto / a cualesquier semejante.
Me convertiría, en resumen, / en heraldo del Amor,
emisario del consenso, / siempre pacificador,
arquitecto, ingeniero, / albañil y armador,
y estaría en todo momento / de buen rollo y buen humor.
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