En el que comunica su decisión a sus seres queridos. Reacción que hubo en ellos
Aquí permitirás, lector amigo,
que me rebaje un poco la exigencia,
no es que fuera muy alta, ya te digo,
pero voy a permitirme esa licencia.
Sobre todo porque este capitulillo
acontece en la casa de mis padres,
donde, debido al precio del ladrillo,
vivía yo, sin poder emanciparme.
Rimaré, pues, en pijama y chanclas,
con barba de tres días, el pelo crespo,
tal cual solía moverme por la casa
tal cual hablé esa tarde ante mis viejos.
—Socios —les dije, así yo les llamaba—
mañana marcho a ahondar en mi interior…
—Eso está bien —me interrumpió mi padre—,
yo lo he hecho y tengo alto el colesterol.
—No me refiero a eso, me refiero
a volverme hacía mí mismo, a inspeccionarme,
en busca de lo que hay en mí de bueno,
dejar, a ser posible, atrás la carne…
—Esto está bien —me interrumpió mi padre—,
No conviene abusar de carne y huevos…
—Dejadme terminar, os lo suplico:
mañana mismo olvido lo terreno
y me lanzo por la senda del espíritu.
Mi meta es conectar con lo Supremo,
llegar a contactar con lo Más Alto…
Mi madre dijo: “Muy bien, hijo mío,
siempre es útil tener buenos contactos…”
—Pero no, por favor, dejad que siga,
que acabe de explicar lo que pretendo:
voy a abrirme a una nueva perspectiva,
voy a ensamblar mi espíritu en lo eterno…
—Pues yo, hijo, ¿qué quieres que te diga?,
no te destaques mucho, te prevengo.
—Voy, en suma —concluí ya con impaciencia—,
a abandonar el nido paternal;
mañana empiezo una nueva existencia
lejos de la zozobra terrenal.
Tengo pensado irme a un lugar lejano,
un paraje desierto y solitario,
donde no llegue ni el deporte extremo,
donde no exista lo civilizado.
Voy, en fin, a convertirme en ermitaño”.
Dijo mi madre: “Eso, ¿qué significa?
Le respondí: “Lo mismo que eremita”.
—Adiós a los paisajes de mi infancia,
adiós a los días sin preocupaciones,
ya no más tres meses de vacaciones,
ya no más diez días en Semana Santa.
Nunca más levantarse a mediodía,
se acabó el Cola Cao y las tostadas,
no volveré a encontrarme hecha la cama
ni estaré a mesa puesta y recogida.
Tendré que prepararme yo la muda,
atarme yo a mí mismo los zapatos,
tendré yo, sin apoyo y sin ayuda,
que partirme los filetes en cachos.
Será, no obstante, fatiga bien empleada
si con ella me elevo a las alturas,
¡hasta el dormir con la luz apagada!
¡Al día siguiente comenzaba mi aventura!
martes, 30 de diciembre de 2008
domingo, 30 de noviembre de 2008
Capítulo cuarto
En el que persiste en ello y anuncia al mundo su propósito
Tomada esta decisión, / dispuesto al Bien Absoluto,
con una enorme sonrisa / llegué otro día al instituto.
Todos me correspondían: / ¡esto está dando su fruto!
No recordaba era entonces / la fiesta de San Canuto.
Me encontré a Pablo tirado / en el medio de un pasillo,
se levantó a recibirme: / en sus ojos había un brillo
extraño, yo lo achaqué / a que llevaba un puntillo;
y. sí, cierto, lo llevaba, / pero no era tan sencillo.
—Me hallo en medio de la duda / —me confiesa atribulado—,
el concluir los estudios / tal vez sea precipitado
sobre todo ahora que han / prometido al alumnado
tan sólo por ir a clase, / cien euros, pago al contado;
también pisos, coches, motos, / viajes a Port Aventura
por votar a los que están / para otra legislatura
—todo lo cual, piensa Pablo, / en la actual coyuntura
hace idóneo suspender / una quinta asignatura.
—Yo, sin embargo, amigo, / he tomado una decisión
—le comunico y le pido / que me diga su opinión
sobre el hecho de dejar / el mundo y su tentación
y dedicarme full-time / a la contemplación.
—Qué gran idea, muchacho, / por fin un oficio digno.
Aunque…, si bien se mira… / —duda Pablo—, no te envidio,
eso de pensar seguro / que ha de ser un gran fastidio,
convencido estoy que cansa, / e inflama el bulbo raquídeo.
Yo para mí quisiera / algo más descansado,
no para nada estoy / sacándome el graduado,
un oficio de conserje / o bedel en un negociado,
eso sí que sería bueno, / y no acabaría quemado.
Esto dijo mi colega, / mi compañero de clase;
pese a todo le anuncié con, / más o menos, esta frase
que en mi vida inauguraba / aquel día una nueva fase,
y a no ser, naturalmente, / que algo lo obstaculizase,
sería desde ese momento / un tipo muy positivo,
a nada le pondría pegas, / sería un hombre receptivo,
ni hablaría mal de nadie, / sería muy constructivo,
“y de este modo, sabe / —le hablé en imperativo—
que muy pronto lograré / una gran paz interior
—no es que estuviera en conflicto, / pero así es mucho mejor,
sin duda—, hallaré equilibrio / con todo a mi alrededor,
entraré en comunión con / el Supremo Creador
y andaré siempre en sandalias, / haga frío o haga calor.
Pero es preciso para ello / que me libere del freno
de la vida cotidiana, / que me sacuda el obsceno
influjo de lo corriente, / que lleve un vivir más pleno.
¿Qué me dices, camarada?” / Pablo me dijo: “Pues bueno”.
Abracé a mi colega / y creí conveniente
despedirme también / de la clase docente;
al despacho del dire / me fui directamente,
sabía que iba a encontrarle, / era un dire residente.
Llamé a la puerta. “Pase”. / Pasé y quede asombrado:
Su Directísima en chándal / y sin haberse afeitado;
estaba leyendo un libro: / Comprender al alumnado,
detrás de él, el cristal / del despacho apedreado.
Le dije: “Me voy, Carlitos / —porque así suelo llamarlo—;
voy a encontrarme a mí mismo, / creo que irá para largo;
voy a fundirme con el cosmos, / que ya es hora de hacer algo:
¿qué te parece, Carlitos?” / Me dijo: “Ya estás tardando”.
Tomada esta decisión, / dispuesto al Bien Absoluto,
con una enorme sonrisa / llegué otro día al instituto.
Todos me correspondían: / ¡esto está dando su fruto!
No recordaba era entonces / la fiesta de San Canuto.
Me encontré a Pablo tirado / en el medio de un pasillo,
se levantó a recibirme: / en sus ojos había un brillo
extraño, yo lo achaqué / a que llevaba un puntillo;
y. sí, cierto, lo llevaba, / pero no era tan sencillo.
—Me hallo en medio de la duda / —me confiesa atribulado—,
el concluir los estudios / tal vez sea precipitado
sobre todo ahora que han / prometido al alumnado
tan sólo por ir a clase, / cien euros, pago al contado;
también pisos, coches, motos, / viajes a Port Aventura
por votar a los que están / para otra legislatura
—todo lo cual, piensa Pablo, / en la actual coyuntura
hace idóneo suspender / una quinta asignatura.
—Yo, sin embargo, amigo, / he tomado una decisión
—le comunico y le pido / que me diga su opinión
sobre el hecho de dejar / el mundo y su tentación
y dedicarme full-time / a la contemplación.
—Qué gran idea, muchacho, / por fin un oficio digno.
Aunque…, si bien se mira… / —duda Pablo—, no te envidio,
eso de pensar seguro / que ha de ser un gran fastidio,
convencido estoy que cansa, / e inflama el bulbo raquídeo.
Yo para mí quisiera / algo más descansado,
no para nada estoy / sacándome el graduado,
un oficio de conserje / o bedel en un negociado,
eso sí que sería bueno, / y no acabaría quemado.
Esto dijo mi colega, / mi compañero de clase;
pese a todo le anuncié con, / más o menos, esta frase
que en mi vida inauguraba / aquel día una nueva fase,
y a no ser, naturalmente, / que algo lo obstaculizase,
sería desde ese momento / un tipo muy positivo,
a nada le pondría pegas, / sería un hombre receptivo,
ni hablaría mal de nadie, / sería muy constructivo,
“y de este modo, sabe / —le hablé en imperativo—
que muy pronto lograré / una gran paz interior
—no es que estuviera en conflicto, / pero así es mucho mejor,
sin duda—, hallaré equilibrio / con todo a mi alrededor,
entraré en comunión con / el Supremo Creador
y andaré siempre en sandalias, / haga frío o haga calor.
Pero es preciso para ello / que me libere del freno
de la vida cotidiana, / que me sacuda el obsceno
influjo de lo corriente, / que lleve un vivir más pleno.
¿Qué me dices, camarada?” / Pablo me dijo: “Pues bueno”.
Abracé a mi colega / y creí conveniente
despedirme también / de la clase docente;
al despacho del dire / me fui directamente,
sabía que iba a encontrarle, / era un dire residente.
Llamé a la puerta. “Pase”. / Pasé y quede asombrado:
Su Directísima en chándal / y sin haberse afeitado;
estaba leyendo un libro: / Comprender al alumnado,
detrás de él, el cristal / del despacho apedreado.
Le dije: “Me voy, Carlitos / —porque así suelo llamarlo—;
voy a encontrarme a mí mismo, / creo que irá para largo;
voy a fundirme con el cosmos, / que ya es hora de hacer algo:
¿qué te parece, Carlitos?” / Me dijo: “Ya estás tardando”.
domingo, 16 de noviembre de 2008
Capítulo tercero
Donde cuenta la decisión que un día tomó
Aquí cambio de verso por hacer más diverso
y ameno este relato
y porque hablar contino al modo alejandrino,
como hablaba el Beato,
sin que el verso se rompa, con tamaño aire y pompa
me estaba dando flato;
si el cambio no rechazas, lector, te doy las gracias,
en nipón: “arigato”
(y es que en lo sucesivo tengo como objetivo,
por ser más trascendente,
emplearme en la rima con términos de China
y del Lejano Oriente).
Es nota aclaratoria. Prosigo con la historia
que corté anteriormente.
Pese a todo, las pegas que me ponía el colega
me servían de aliciente,
e inmune al desaliento persistía en mi intento
de depurar el karma
para el día de mañana alcanzar el nirvana
o convertirme en mahatma;
pasar luego la raya, tras el velo de maya,
y liberando mi alma
alcanzar el plano átmico por el camino óctuplo
y luego, con más calma,
entrar en el plano chan, andar en busca del chi,
sin que lo disperse el feng,
sino que antes con el shui, y el consumo de gin-seng
conjuntar el yang y el yin,
e interpretando el pa-kua, aunque me digan pink floyd,
insistir en el taichi
y en la práctica del zen, hasta llegar al final
como me llamo Joaquín.
Pero además de emplear la filosofía oriental
en pos del Conocimiento;
también me sería muy práctica la llamada Teoría Cuántica
que explicaré otro momento.
Esta teoría ha demostrado, y no sobre un encerado,
sino con experimentos,
que tomando dos protones, de esos que hay a quintillones
formando cada elemento,
protones que hayan tenido —aquí hay que ser comedidos—
una cierta intimidad,
si luego se les disjunta y cada uno a la otra punta,
se envía, sin posibilidad
de que entre sí se conecten, informen o complementen
y —hete aquí la novedad—
se modifica su estado, uno observa, fascinado,
que actúan como una unidad.
Si a uno se le propulsa, el otro, a quien nadie impulsa,
efectúa la misma acción;
si se gira a la derecha, el otro, como una flecha,
varía igual su dirección
si se acelera su ritmo, el otro, por mimetismo,
sufre una aceleración:
y si a éste se le detiene, aquél, aunque raudo viene,
frena también.
Conclusión:
Hay algo desconocido que escapa a nuestros sentidos
por su inmensa magnitud;
como mucho es intuido, a lo sumo percibido
por chamanes o gurús:
es una forma energética más fuerte que la magnética
y más veloz que la luz,
mantiene todo imantado, entre sí interconectado
(como la tecnología Bluetooth).
Es un aliento, un ánima, la Voz sobre las aguas
a nuestro alrededor;
tiene sus polos + - y en el lado de los buenos
actúa de catalizador:
agrupa a los virtuosos y hace que, suave, meloso,
sople el hado a su favor.
Esa energía ubicua, poderosa y propincua
en fin, se llama Amor
y, de acuerdo a sus premisas, basta una simple sonrisa
para que el mundo sea mejor.
Una vez dicho esto, dejo el verso compuesto
y vuelvo al arte mayor.
Inflamado en esta fe, / decidí, desde ese instante,
conducirme en mis acciones / con positivo talante,
mostrar en todo momento / mi más risueño semblante
y recubrir con mi afecto / a cualesquier semejante.
Me convertiría, en resumen, / en heraldo del Amor,
emisario del consenso, / siempre pacificador,
arquitecto, ingeniero, / albañil y armador,
y estaría en todo momento / de buen rollo y buen humor.
Aquí cambio de verso por hacer más diverso
y ameno este relato
y porque hablar contino al modo alejandrino,
como hablaba el Beato,
sin que el verso se rompa, con tamaño aire y pompa
me estaba dando flato;
si el cambio no rechazas, lector, te doy las gracias,
en nipón: “arigato”
(y es que en lo sucesivo tengo como objetivo,
por ser más trascendente,
emplearme en la rima con términos de China
y del Lejano Oriente).
Es nota aclaratoria. Prosigo con la historia
que corté anteriormente.
Pese a todo, las pegas que me ponía el colega
me servían de aliciente,
e inmune al desaliento persistía en mi intento
de depurar el karma
para el día de mañana alcanzar el nirvana
o convertirme en mahatma;
pasar luego la raya, tras el velo de maya,
y liberando mi alma
alcanzar el plano átmico por el camino óctuplo
y luego, con más calma,
entrar en el plano chan, andar en busca del chi,
sin que lo disperse el feng,
sino que antes con el shui, y el consumo de gin-seng
conjuntar el yang y el yin,
e interpretando el pa-kua, aunque me digan pink floyd,
insistir en el taichi
y en la práctica del zen, hasta llegar al final
como me llamo Joaquín.
Pero además de emplear la filosofía oriental
en pos del Conocimiento;
también me sería muy práctica la llamada Teoría Cuántica
que explicaré otro momento.
Esta teoría ha demostrado, y no sobre un encerado,
sino con experimentos,
que tomando dos protones, de esos que hay a quintillones
formando cada elemento,
protones que hayan tenido —aquí hay que ser comedidos—
una cierta intimidad,
si luego se les disjunta y cada uno a la otra punta,
se envía, sin posibilidad
de que entre sí se conecten, informen o complementen
y —hete aquí la novedad—
se modifica su estado, uno observa, fascinado,
que actúan como una unidad.
Si a uno se le propulsa, el otro, a quien nadie impulsa,
efectúa la misma acción;
si se gira a la derecha, el otro, como una flecha,
varía igual su dirección
si se acelera su ritmo, el otro, por mimetismo,
sufre una aceleración:
y si a éste se le detiene, aquél, aunque raudo viene,
frena también.
Conclusión:
Hay algo desconocido que escapa a nuestros sentidos
por su inmensa magnitud;
como mucho es intuido, a lo sumo percibido
por chamanes o gurús:
es una forma energética más fuerte que la magnética
y más veloz que la luz,
mantiene todo imantado, entre sí interconectado
(como la tecnología Bluetooth).
Es un aliento, un ánima, la Voz sobre las aguas
a nuestro alrededor;
tiene sus polos + - y en el lado de los buenos
actúa de catalizador:
agrupa a los virtuosos y hace que, suave, meloso,
sople el hado a su favor.
Esa energía ubicua, poderosa y propincua
en fin, se llama Amor
y, de acuerdo a sus premisas, basta una simple sonrisa
para que el mundo sea mejor.
Una vez dicho esto, dejo el verso compuesto
y vuelvo al arte mayor.
Inflamado en esta fe, / decidí, desde ese instante,
conducirme en mis acciones / con positivo talante,
mostrar en todo momento / mi más risueño semblante
y recubrir con mi afecto / a cualesquier semejante.
Me convertiría, en resumen, / en heraldo del Amor,
emisario del consenso, / siempre pacificador,
arquitecto, ingeniero, / albañil y armador,
y estaría en todo momento / de buen rollo y buen humor.
viernes, 31 de octubre de 2008
Capítulo segundo
Donde pone sus ideas en claro con ayuda de un compañero
Las noches de turbio en turbio, / de claro en claro los días
los pasaba yo abstraído / en estas filosofías
y de proverbios que muestran / sintonías y armonías,
indios, árabes y chinos / tenía tres estanterías.
La conclusión que saqué / de tan espeso potaje
es que, en lo espiritual, / se avecina una New Age,
lo místico poco a poco / va dominando el paisaje,
las viejas creencias vuelven / tras un largo reciclaje.
Y en la cúspide de este / reconstruido edificio,
del nuevo templo ocupando / todo su ancho frontispicio,
como un mantra que se masca / en monótono ejercicio
hasta formar una masa / como el bolo alimenticio,
está la palabra Amor, / en todas sus variedades:
el Amor por las personas / y todos los animales,
los insectos, los microbios, / las plantas, los minerales,
el jefe, los compañeros, / los enlaces sindicales…
Para el tiempo en que ingería / esta enseñanza espiritual
estudiaba yo F.P. / (Formación Profesional)
en un IES de grado medio / (o sea, no elemental)
un módulo de T y S / (tecnologías y tal).
Tenía yo un colega, / por Pablo respondía,
de sobrenombre “el Causas”, / por tantas que tenía,
icono de estudiantes / por su veteranía;
en la época que cuento / exultaba de alegría:
un decreto del Gobierno / le venía a redimir,
¡con cuatro suspensos ya / no tendría que repetir!;
treinta y seis años estaba / a puntito de cumplir,
delante de sí se abría / un brillante porvenir.
Con él compartía mis dudas / sobre la organización
del Cosmos, sobre el sentido / último de la Creación,
sobre el papel del hombre / y sobre la imprevisión
de que no hubieran dispuesto / hojas de reclamación.
—Porque ¿tú crees que es normal / —me solía refutar—,
si, como dices, vivimos / en un perpetuo empezar,
si nuestra energía, al fin, / no se puede extenuar
sino que en forma distinta / se acaba por reencarnar,
tú crees que es normal, insisto, / que antes de corporeizados
exista tabula rasa / y seamos reseteados?
¡Cuanto más ahorro de tiempo / sería nacer ya formados!
Esto, a un Divino Estratega, / no se le habría escapado.
Porque es bastante cansino, / ¿acaso tú no lo crees?,
en cada nuevo avatar / tener que aprender inglés,
¡otra vez a la academia / a comenzar desde el “yes”!
A no ser que nazca uno / en un país de la Commonwealth.
—Acaso —le respondí— / obra así la Divinidad,
ya sea el Dios o la Diosa, / o ambos (por paridad),
para concedernos una / segunda oportunidad
(o tercera, o cuarta, o quinta) / de vivir con probidad,
de surgir a la existencia / liberados del sinfín
de complejos y de traumas, / sin prejuicio alguno, sin
residuos de nuestra antigua / vida y su herencia ruin.
A lo que respondió Pablo: / “Ah, bueno, pues si es asín…”
(Pese a todo era muy bruto / mi colega de instituto.)
Las noches de turbio en turbio, / de claro en claro los días
los pasaba yo abstraído / en estas filosofías
y de proverbios que muestran / sintonías y armonías,
indios, árabes y chinos / tenía tres estanterías.
La conclusión que saqué / de tan espeso potaje
es que, en lo espiritual, / se avecina una New Age,
lo místico poco a poco / va dominando el paisaje,
las viejas creencias vuelven / tras un largo reciclaje.
Y en la cúspide de este / reconstruido edificio,
del nuevo templo ocupando / todo su ancho frontispicio,
como un mantra que se masca / en monótono ejercicio
hasta formar una masa / como el bolo alimenticio,
está la palabra Amor, / en todas sus variedades:
el Amor por las personas / y todos los animales,
los insectos, los microbios, / las plantas, los minerales,
el jefe, los compañeros, / los enlaces sindicales…
Para el tiempo en que ingería / esta enseñanza espiritual
estudiaba yo F.P. / (Formación Profesional)
en un IES de grado medio / (o sea, no elemental)
un módulo de T y S / (tecnologías y tal).
Tenía yo un colega, / por Pablo respondía,
de sobrenombre “el Causas”, / por tantas que tenía,
icono de estudiantes / por su veteranía;
en la época que cuento / exultaba de alegría:
un decreto del Gobierno / le venía a redimir,
¡con cuatro suspensos ya / no tendría que repetir!;
treinta y seis años estaba / a puntito de cumplir,
delante de sí se abría / un brillante porvenir.
Con él compartía mis dudas / sobre la organización
del Cosmos, sobre el sentido / último de la Creación,
sobre el papel del hombre / y sobre la imprevisión
de que no hubieran dispuesto / hojas de reclamación.
—Porque ¿tú crees que es normal / —me solía refutar—,
si, como dices, vivimos / en un perpetuo empezar,
si nuestra energía, al fin, / no se puede extenuar
sino que en forma distinta / se acaba por reencarnar,
tú crees que es normal, insisto, / que antes de corporeizados
exista tabula rasa / y seamos reseteados?
¡Cuanto más ahorro de tiempo / sería nacer ya formados!
Esto, a un Divino Estratega, / no se le habría escapado.
Porque es bastante cansino, / ¿acaso tú no lo crees?,
en cada nuevo avatar / tener que aprender inglés,
¡otra vez a la academia / a comenzar desde el “yes”!
A no ser que nazca uno / en un país de la Commonwealth.
—Acaso —le respondí— / obra así la Divinidad,
ya sea el Dios o la Diosa, / o ambos (por paridad),
para concedernos una / segunda oportunidad
(o tercera, o cuarta, o quinta) / de vivir con probidad,
de surgir a la existencia / liberados del sinfín
de complejos y de traumas, / sin prejuicio alguno, sin
residuos de nuestra antigua / vida y su herencia ruin.
A lo que respondió Pablo: / “Ah, bueno, pues si es asín…”
(Pese a todo era muy bruto / mi colega de instituto.)
domingo, 19 de octubre de 2008
Capítulo primero
Aquí narra su formación intelectual y la magnífica Verdad a la que tuvo acceso
Me enseñaron de pequeño / que el orden es primordial;
si hay que contar una historia: / del principio hacia el final;
y aunque el Tiempo, por lo visto, / sea cíclico y no lineal,
voy a narrar, sin embargo, / al modo tradicional.
Empiezo por el Principio, / y nunca más apropiado:
hay… no sé cómo decirlo / sin que suene exagerado...
una Fuerza Inenarrable / que el Universo ha creado;
y en todas las criaturas / ha influido (o influenciado).
Todos los átomos vibran / en una misma frecuencia
(hay quien dice que la alfa) / y esto es así a consecuencia
de contar, sin excepciones, / con la misma procedencia;
y esa cosa de vibrar / les queda en reminiscencia.
Todo cuanto existe se halla / en total hermanamiento,
de lo grande a lo pequeño. / Cuanto hay bajo el firmamento
interactúa entre sí, / y nada se encuentra exento;
tú también, lector, no dejas / de ser un simple elemento.
Al encontrarse la vida / en tal interconexión
cualquier acto que se haga / tiene su repercusión;
la vida es una constante / diatriba acción-reacción.
Lo cual, aunque caos parezca, / tiene una motivación.
Es palabra de sabio / y lo dijo Coelho,
con un tono profundo / que da cierta canguelo,
que las cosas terrestres / y las cosas del Cielo,
obedecen a un plan / que eclipsa a Maquiavelo:
el Cosmos se organiza / conforme a una energía
que mueve los planetas / y marca el día a día,
por supuesto dispone / la meteorología
ajusta tu fortuna / y aun tu psicología.
Hay una Providencia / que regula tu suerte
y concatena todo / para favorecerte
o para perjudicarte. / Nada es por accidente.
Hay un Plan, en resumen, / Divino de la muerte.
Todo cuanto nos sucede / cumple con un cometido;
hasta lo más nimio guarda / su razón y su sentido;
si uno en la ruleta juega / su sueldo, y el sueldo es ido,
no es mala suerte, es señal / que para el curro ha nacido.
No sentían el designio / los griegos con tanta unción
como en estos nuestros tiempos / de la globalización;
escrita está en las estrellas / toda nuestra condición;
por constar, consta hasta nuestra / base de cotización;
y todos los Accidentes / que nos puedan Afectar
una Mano en el Gran Libro / se Encargó de Consignar
(dicho sea todo en versales, / para mejor resaltar
la importancia de este Ente / que Coordina nuestro Azar).
Castaneda, Krishnamurti, / y el de la perilla cana,
en sus libros nos enseñan / cómo esta energía mana,
fluye, corre, se disgrega, / hay veces que se empantana;
no se crea ni se destruye: / se aplica tarifa plana.
Algunos, sin embargo, / de mente prodigiosa,
son capaces como el / que no quiere la cosa
de conectar con dicha / energía nebulosa
y disfrutar de una / experiencia religiosa:
sentados en el suelo, / en grácil posición
(la postura del loto), / todos diciendo: “ohmmm”,
de pronto sufren tal que / una transverberación
que les deja contentos, / salvo alguna excepción.
Dicen que, en tales casos, / estos iluminados
(rodeados por un aura, / cual los santos pintados,
símbolo de energía / y de poder desatados)
ascienden de dimensiones, / de pronto, unos cuantos grados
y se hallan entonces, voila, / en franca disposición
de dirigir la energía / a plena satisfacción.
variar el albur, trocar / la suerte en la dirección
que más les convenga. En suma, / lo que es adaptar el guión.
Para obrar de esta manera / hay que estar muy preparado;
uno piensa, por ejemplo, / que ya es un iluminado
que interviene en el azar, / que lo tiene controlado,
juega, pues, a la ruleta / su sueldo, el sueldo es marchado…
Todo cuanto ocurre, en suma, / responde a una Idea Suprema
que los hechos organiza / en virtud de cierto esquema,
lo cual, oh asalariado / de impaciencia ya extrema,
no digo sea bueno o malo, / sólo digo: así está el tema.
¡Y cuán cierto es, y ya acabo, / lo que afirma el brasileño:
que si alguien pretende algo / y pone todo su empeño
el mundo se confabula / para que cumpla su sueño!,
porque era leer estas cosas / y caer luego como un leño.
Me enseñaron de pequeño / que el orden es primordial;
si hay que contar una historia: / del principio hacia el final;
y aunque el Tiempo, por lo visto, / sea cíclico y no lineal,
voy a narrar, sin embargo, / al modo tradicional.
Empiezo por el Principio, / y nunca más apropiado:
hay… no sé cómo decirlo / sin que suene exagerado...
una Fuerza Inenarrable / que el Universo ha creado;
y en todas las criaturas / ha influido (o influenciado).
Todos los átomos vibran / en una misma frecuencia
(hay quien dice que la alfa) / y esto es así a consecuencia
de contar, sin excepciones, / con la misma procedencia;
y esa cosa de vibrar / les queda en reminiscencia.
Todo cuanto existe se halla / en total hermanamiento,
de lo grande a lo pequeño. / Cuanto hay bajo el firmamento
interactúa entre sí, / y nada se encuentra exento;
tú también, lector, no dejas / de ser un simple elemento.
Al encontrarse la vida / en tal interconexión
cualquier acto que se haga / tiene su repercusión;
la vida es una constante / diatriba acción-reacción.
Lo cual, aunque caos parezca, / tiene una motivación.
Es palabra de sabio / y lo dijo Coelho,
con un tono profundo / que da cierta canguelo,
que las cosas terrestres / y las cosas del Cielo,
obedecen a un plan / que eclipsa a Maquiavelo:
el Cosmos se organiza / conforme a una energía
que mueve los planetas / y marca el día a día,
por supuesto dispone / la meteorología
ajusta tu fortuna / y aun tu psicología.
Hay una Providencia / que regula tu suerte
y concatena todo / para favorecerte
o para perjudicarte. / Nada es por accidente.
Hay un Plan, en resumen, / Divino de la muerte.
Todo cuanto nos sucede / cumple con un cometido;
hasta lo más nimio guarda / su razón y su sentido;
si uno en la ruleta juega / su sueldo, y el sueldo es ido,
no es mala suerte, es señal / que para el curro ha nacido.
No sentían el designio / los griegos con tanta unción
como en estos nuestros tiempos / de la globalización;
escrita está en las estrellas / toda nuestra condición;
por constar, consta hasta nuestra / base de cotización;
y todos los Accidentes / que nos puedan Afectar
una Mano en el Gran Libro / se Encargó de Consignar
(dicho sea todo en versales, / para mejor resaltar
la importancia de este Ente / que Coordina nuestro Azar).
Castaneda, Krishnamurti, / y el de la perilla cana,
en sus libros nos enseñan / cómo esta energía mana,
fluye, corre, se disgrega, / hay veces que se empantana;
no se crea ni se destruye: / se aplica tarifa plana.
Algunos, sin embargo, / de mente prodigiosa,
son capaces como el / que no quiere la cosa
de conectar con dicha / energía nebulosa
y disfrutar de una / experiencia religiosa:
sentados en el suelo, / en grácil posición
(la postura del loto), / todos diciendo: “ohmmm”,
de pronto sufren tal que / una transverberación
que les deja contentos, / salvo alguna excepción.
Dicen que, en tales casos, / estos iluminados
(rodeados por un aura, / cual los santos pintados,
símbolo de energía / y de poder desatados)
ascienden de dimensiones, / de pronto, unos cuantos grados
y se hallan entonces, voila, / en franca disposición
de dirigir la energía / a plena satisfacción.
variar el albur, trocar / la suerte en la dirección
que más les convenga. En suma, / lo que es adaptar el guión.
Para obrar de esta manera / hay que estar muy preparado;
uno piensa, por ejemplo, / que ya es un iluminado
que interviene en el azar, / que lo tiene controlado,
juega, pues, a la ruleta / su sueldo, el sueldo es marchado…
Todo cuanto ocurre, en suma, / responde a una Idea Suprema
que los hechos organiza / en virtud de cierto esquema,
lo cual, oh asalariado / de impaciencia ya extrema,
no digo sea bueno o malo, / sólo digo: así está el tema.
¡Y cuán cierto es, y ya acabo, / lo que afirma el brasileño:
que si alguien pretende algo / y pone todo su empeño
el mundo se confabula / para que cumpla su sueño!,
porque era leer estas cosas / y caer luego como un leño.
Introducción
El anónimo vate presenta el texto, pide disculpas previas por su estilo tosco y concluye con un llamamiento universal
Espero, amigo lector, / resulte de tu agrado
este pequeño texto / con que te has tropezado,
por uno de tu tiempo / mal compuesto y rimado
y subido a la Web / para ser descargado.
Si te parece antiguo, / es lo que pretendía.
pues guieme de esos otros, / maestros de clerecía,
que así como yo escribo / el de Hita lo hacía;
con otras expresiones, / pero en cuaderna vía
—que, lector, te recuerdo, / no lo tomes a mal,
es un modelo arcaico, / casi diría ancestral,
de rimar en cuartetos / consonante y vocal
y hemistiquios de siete / sílabas en cada cual;
pero aunque este tenor / debiera ser constante
a veces, lo confieso, / me resulta asfixiante,
¡tamaña es mi impericia!, / pero salgo adelante
con ocho en vez de siete / y la rima asonante—.
¿Por qué, pues, si preguntas, / elegí este modelo
constreñido y difícil?, / ¿por qué así me flagelo?
cuando, además, ninguno / apreciará el libelo
e incluso pondrán cara / de chupar un pomelo.
Si no voy a ganar fama / ni tampoco amistades,
¿por qué pierdo mi tiempo / en excentricidades?
Pues no hay razón alguna, / y a riesgo que te enfades
lo incluyo en el terreno, / lector, de las boutades;
y si, al fin, te parece / espantoso este escrito,
ten en cuenta en descargo / de un posible delito
que nada te ha costado, / que ha sido gratuito,
salvo el canon que pagas / al Rey del Pollo Frito
(muy justo y merecido, / eh, lector, por favor,
¡qué magnífico cantante!, / ¡y mejor presentador!).
No quiero yo que a mi costa / pueda sentir resquemor.
¡Seamos todos amigos! / ¡Vivan la Paz y el Amor!
Espero, amigo lector, / resulte de tu agrado
este pequeño texto / con que te has tropezado,
por uno de tu tiempo / mal compuesto y rimado
y subido a la Web / para ser descargado.
Si te parece antiguo, / es lo que pretendía.
pues guieme de esos otros, / maestros de clerecía,
que así como yo escribo / el de Hita lo hacía;
con otras expresiones, / pero en cuaderna vía
—que, lector, te recuerdo, / no lo tomes a mal,
es un modelo arcaico, / casi diría ancestral,
de rimar en cuartetos / consonante y vocal
y hemistiquios de siete / sílabas en cada cual;
pero aunque este tenor / debiera ser constante
a veces, lo confieso, / me resulta asfixiante,
¡tamaña es mi impericia!, / pero salgo adelante
con ocho en vez de siete / y la rima asonante—.
¿Por qué, pues, si preguntas, / elegí este modelo
constreñido y difícil?, / ¿por qué así me flagelo?
cuando, además, ninguno / apreciará el libelo
e incluso pondrán cara / de chupar un pomelo.
Si no voy a ganar fama / ni tampoco amistades,
¿por qué pierdo mi tiempo / en excentricidades?
Pues no hay razón alguna, / y a riesgo que te enfades
lo incluyo en el terreno, / lector, de las boutades;
y si, al fin, te parece / espantoso este escrito,
ten en cuenta en descargo / de un posible delito
que nada te ha costado, / que ha sido gratuito,
salvo el canon que pagas / al Rey del Pollo Frito
(muy justo y merecido, / eh, lector, por favor,
¡qué magnífico cantante!, / ¡y mejor presentador!).
No quiero yo que a mi costa / pueda sentir resquemor.
¡Seamos todos amigos! / ¡Vivan la Paz y el Amor!
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