domingo, 16 de noviembre de 2008

Capítulo tercero

Donde cuenta la decisión que un día tomó

Aquí cambio de verso por hacer más diverso
y ameno este relato
y porque hablar contino al modo alejandrino,
como hablaba el Beato,
sin que el verso se rompa, con tamaño aire y pompa
me estaba dando flato;
si el cambio no rechazas, lector, te doy las gracias,
en nipón: “arigato”
(y es que en lo sucesivo tengo como objetivo,
por ser más trascendente,
emplearme en la rima con términos de China
y del Lejano Oriente).

Es nota aclaratoria. Prosigo con la historia
que corté anteriormente.

Pese a todo, las pegas que me ponía el colega
me servían de aliciente,
e inmune al desaliento persistía en mi intento
de depurar el karma
para el día de mañana alcanzar el nirvana
o convertirme en mahatma;
pasar luego la raya, tras el velo de maya,
y liberando mi alma
alcanzar el plano átmico por el camino óctuplo
y luego, con más calma,
entrar en el plano chan, andar en busca del chi,
sin que lo disperse el feng,
sino que antes con el shui, y el consumo de gin-seng
conjuntar el yang y el yin,
e interpretando el pa-kua, aunque me digan pink floyd,
insistir en el taichi
y en la práctica del zen, hasta llegar al final
como me llamo Joaquín.

Pero además de emplear la filosofía oriental
en pos del Conocimiento;
también me sería muy práctica la llamada Teoría Cuántica
que explicaré otro momento.
Esta teoría ha demostrado, y no sobre un encerado,
sino con experimentos,
que tomando dos protones, de esos que hay a quintillones
formando cada elemento,
protones que hayan tenido —aquí hay que ser comedidos—
una cierta intimidad,
si luego se les disjunta y cada uno a la otra punta,
se envía, sin posibilidad
de que entre sí se conecten, informen o complementen
y —hete aquí la novedad—
se modifica su estado, uno observa, fascinado,
que actúan como una unidad.
Si a uno se le propulsa, el otro, a quien nadie impulsa,
efectúa la misma acción;
si se gira a la derecha, el otro, como una flecha,
varía igual su dirección
si se acelera su ritmo, el otro, por mimetismo,
sufre una aceleración:
y si a éste se le detiene, aquél, aunque raudo viene,
frena también.

Conclusión:
Hay algo desconocido que escapa a nuestros sentidos
por su inmensa magnitud;
como mucho es intuido, a lo sumo percibido
por chamanes o gurús:
es una forma energética más fuerte que la magnética
y más veloz que la luz,
mantiene todo imantado, entre sí interconectado
(como la tecnología Bluetooth).
Es un aliento, un ánima, la Voz sobre las aguas
a nuestro alrededor;
tiene sus polos + - y en el lado de los buenos
actúa de catalizador:
agrupa a los virtuosos y hace que, suave, meloso,
sople el hado a su favor.
Esa energía ubicua, poderosa y propincua
en fin, se llama Amor
y, de acuerdo a sus premisas, basta una simple sonrisa
para que el mundo sea mejor.
Una vez dicho esto, dejo el verso compuesto
y vuelvo al arte mayor.

Inflamado en esta fe, / decidí, desde ese instante,
conducirme en mis acciones / con positivo talante,
mostrar en todo momento / mi más risueño semblante
y recubrir con mi afecto / a cualesquier semejante.
Me convertiría, en resumen, / en heraldo del Amor,
emisario del consenso, / siempre pacificador,
arquitecto, ingeniero, / albañil y armador,
y estaría en todo momento / de buen rollo y buen humor.

1 comentario:

Manuela dijo...

Esa actitud te mantendrá joven.
Besitos, guapo.